AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 04 - VERANO 2009

 

Una Hora menos por Favor

Ángela Mallén

 

Ni siquiera Albert Einstein sabía demasiado acerca del tiempo. Es una dimensión, decía. Una dimensión relativa -en eso sí estamos de acuerdo-. Porque en el tiempo cabe todo, aunque nunca tengas tiempo para nada. Si algo ocurre, acontece, sucede o pasa, lo hace en el tiempo. Incluso si fracasas porque entraste a destiempo o llegaste fuera de tiempo, sigues dentro del tiempo. Al margen del tiempo no se mueve ni una mosca. De esto trata la endiablada teoría de la relatividad.

Nos apropiamos ingenuamente de un fenómeno que sobrepasa nuestra lógica, nuestra comprensión de la realidad, nuestra capacidad de raciocinio y nuestro acervo lingüístico. ¿Quién no ha jugado con el tiempo como si fuera una fenómeno de su propiedad? “Tómate un tiempo”, se dice, como quien invita a un aperitivo. “Voy sobrado de tiempo”, comenta alguien con una sonrisita prepotente. “Dame tiempo”, te suplica el indigente emocional. “Todavía estás a tiempo”, puede que te espeten amenazadoramente. “Con el tiempo y una caña...”. Con el tiempo y una caña, ¿qué? Cualquiera diría que somos todos el Maestro Hora.

Hemos sido capaces de enmarañar el concepto “tiempo” hasta un galimatías semántico de ritmos, climatologías y épocas: “Nos hizo un tiempo estupendo”, dice uno cuando vuelve de Benidorm. “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”, añade Jorge Manrique. “Corren tiempos difíciles”, le oí decir a Punset. “El tiempo vuela”, parece contestarle Winfried Otto Schumann. “A la busca del tiempo perdido”, propone Marcel Proust.

Todos perdemos el tiempo. Todos menos los canarios. En Canarias siempre es una hora menos y, sin embargo, la gente dispone de una hora más. ¿Alguien lo entiendes? Nosotros perdemos el tiempo y ellos, con una hora menos, lo ganan. Duermen más,  aunque se levanten a la misma hora. Y como siempre llegan a tiempo, no tienen que rondar un año. A lo mejor por eso se llaman las Islas Afortunadas.

Todos perdemos el tiempo. Y, como para matar el tiempo, inventamos artilugios para medirlo: relojes, cronómetros, metrónomos, calendarios, el meteosat. Realizamos labores de campo, prospecciones basadas en la observación: Agua y luna, el tiempo de la perruna. Agua y sol, el tiempo del caracol. En el tiempo la graná, la gallina, na. Bueno y qué. Para qué decir que controlamos el tiempo. ¿Qué tiempo? ¿El tiempo muerto?

Y todavía hay gente generosa y bienintencionada que opina: “hay que darle tiempo al tiempo”. Eso,  hincharlo todavía más. Así claro que el tiempo es oro. Así claro que funciona con la dinámica del capitalismo exacerbado: cuanto más, más. Y como en la temporalidad más es menos, ya lo hemos visto claro en la ecuación de Las Canarias, llegará un tiempo futuro globalmente monstruoso, hinchado y fumador de puros,  en que nadie, ni siquiera los canarios, dispondrá de tiempo libre, tiempo propio, tiempo vital. Malos tiempos se avecinan. De ahí tanta frivolidad consumista. Ya se sabe: a mal tiempo, buena cara.

Una Hora menos por Favor
Foto: Txema Madoz

@ Agitadoras.com 2009